Para Ti que eres la Reina
del puro amor entregado,
de los caminos sin sombra,
y de ese Valle sagrado
que los ángeles vigilan
al resplandor de tu llanto.
Y ante tu altar Virgen mía,
yo me quedé musitando:
¡ay!, quién pudiera, Señora,
ser flor de ese humilde ramo.
Autor: Antonio Rodríguez Buzón
No hay comentarios:
Publicar un comentario